1. Estatus y cultura
A lo largo de la historia, los miembros de alto estatus social se han caracterizado por la práctica y el consumo de formas artísticas distintivas que han sido empleadas para marcar su posición y separarse así del resto de la población. Este aprecio por lo que se denomina la alta cultura ha llevado consigo la exclusión y el desprecio de manifestaciones culturales consideradas inferiores, particularmente la cultura destinada al consumo masivo o cultura popular, por ser considerada estéticamente burda, poco edificante y en ocasiones incluso moralmente corrupta.
Aunque existen parámetros para determinar si una obra pertenece o no a la alta cultura, tradicionalmente la narrativa sobre qué determina si un trabajo es de buen o mal gusto ha sido configurada por esta elite social, que en la casi totalidad de los casos apuntaba a obras difícilmente accesibles para la mayoría de la población bien fuera por motivos geográficos, económicos o de educación. Por el contrario, aquellas fácilmente accesibles a las masas fueron englobadas dentro de la baja cultura. En resumen, la exclusividad de una obra y su grado de acceso por parte de la mayoría de la población ha determinado si pertenece a la alta o baja cultura en el mismo grado que lo ha hecho su calidad. En realidad, para adquirir distinción social no es necesario comprender la riqueza estética de la obra, su significado dentro del contexto histórico en el que fue creada u otras características relevantes. El mero hecho de indicar que se disfruta con dicho trabajo (sea o no cierto) es suficiente para marcar la propia distinción social. Por otra parte, el conocimiento de dicha obra puede servir para marcar grados de distinción entre personas del mismo estatus, especialmente cuando se trata de diferenciar una elite tradicional de un grupo que hubiera adquirido un estatus similar recientemente.
Por otra parte, aunque las personas de medio y bajo estatus social tienen su propia idea de lo que es el buen gusto, suelen tomar como punto de referencia el marco cultural ya creado por las elites. Como explicaba el sociólogo Pierre Bourdieu “no debemos olvidar que la estética de la clase trabajadora es una estética dominada, obligada a definirse en términos de la cultura dominante” (41). Por ello no sólo algunos trabajos salidos de autores de medio o bajo estatus imitan las características de la llamada alta cultura: también es la razón por la que otros miembros del mismo estatus defienden a ésta como la única válida y desprecian la propia, independientemente o no de que sea la que consumen.
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